Si bien los últimos datos oficiales de empleo publicados por el INDEC reflejan un nivel de desempleo relativamente bajo, de 7,1% para el tercer trimestre de 2022, dentro de estas estadísticas se aprecia la profundización de una dinámica que se prolonga por décadas: el crecimiento del empleo precario. Según información del instituto oficial, el empleo informal, sin cobertura social ni descuento jubilatorio, se ubica en niveles récord del 37,4% del total. Este resultado se alcanza luego de 20 años en los que sólo la mitad del empleo creado corresponde a empleos formales, dentro del sector privado.
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Para el trimestre móvil septiembre-noviembre el fenómeno fue del 58,2% a nivel nacional, según Dane
Así lo revela un estudio realizado por el Instituto Argentino de Desarrollo Social (IDESA) Publicado por su vigésimo aniversario, oportunidad en la que realizó una retrospectiva de las últimas dos décadas en materia laboral. La conclusión a la que llegó, con base en datos del INDEC, es que el 50% de los empleos creados en ese período corresponden a empleo precario y empleo público mientras que solo la otra mitad es trabajo de calidad, es decir, puestos para asalariados formales que trabajan en el sector privado.
Según cálculos del instituto privado, en las últimas dos décadas se crearon 6 millones de empleos, de los cuales 1 millón fueron generados por la sector públicootros 2 millones corresponden al empleo informal y el resto 3 millones fueron creados por el sector privado.
“El camino correcto es prestar atención a los factores causales de la débil generación de empleos de calidad: baja inversión productiva, profundo deterioro del sistema educativo e instituciones laborales atávicas” (Jorge Colina)
“Estos datos muestran que Argentina tiene una debilidad estructural en la generación de empleos de calidad. Una primera consecuencia es que en 20 años no se logró reducir la gran cantidad de adultos en edad activa que no trabajan (inactivos y desempleados). De esto se sigue que casi la la mitad de las personas en edad de trabajar permanecen fuera del mercado laboral”, asegura IDESA en el trabajo.
El organismo, dirigido por el economista Jorge Colina, especialista en economía laboral y asesor externo del BID, consideró en el informe que “la otra consecuencia grave es que apenas la mitad de los empleos creados fueron empleos privados registrados. El resto fue empleo público –mucho del cual es empleo espurio– y trabajos informales. Por eso, no debe sorprender que la tasa de pobreza se mantenga en el orden del 40% de la población”.
Aunque con diferentes características y tamaños, la radiografía del mercado laboral hace dos décadas también era muy frágil. La economía acababa de atravesar una de las peores crisis económicas de su historia con la salida en 2002 del régimen de convertibilidad, que disparó los índices de desempleo y pobreza. Según la retrospectiva de la entidad, cuando fue creada en 2003, “la estructura del mercado laboral argentino era muy precaria”. Del total de personas en edad de trabajar que vivían en centros urbanos, 44% estaban sin trabajoya sea como desempleados, inactivos o beneficiarios del plan social vigente en ese momento, denominado Plan Jefas y Jefes de Hogar impulsado por el gobierno de Eduardo Duhalde para paliar las consecuencias sociales del colapso económico.
Apenas 19% tenía empleo privado formal mientras otro 9% eran empleados públicos. El restante 28% de las personas en edad de trabajar estaban empleadas en el informalidad. La tasa de pobreza estaba en un pico del 50% de la población. La comparación con los datos actuales es ineludible: mientras la pobreza es 10 puntos menor, la tasa de informalidad es 10 puntos mayor y el empleo de calidad sigue siendo la asignatura pendiente.
“En los 20 años transcurridos, ha habido una primera década en la que se disfrutó de un auge económico internacional sin precedentes y una segunda década de retorno al estancamiento económico. Mientras tanto, la población urbana en edad de trabajar creció en 6 millones de personas. Con información publicada por el INDEC se puede estimar, a grandes rasgos, cuál fue la inserción laboral de este incremento de personas en edad de trabajar”, señala el informe en el que se proyectó que el empleo privado formal absorbió aproximadamente a 3 millones de personas, el empleo público creció en 1 millón de personas mientras que el empleo informal se expandió en 2 millones de personas
“Las consecuencias sociales de la falta de buena creación de empleo no se puede revertir con programas de asistencia. Ni siquiera subsanando las enormes deficiencias de su gestión. El camino correcto es prestar atención a los factores causales de la débil generación de empleos de calidad: baja inversión productiva, profundo deterioro del sistema educativo e instituciones laborales atávicas”, concluyó Colina y su equipo.
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